A pesar de las amplias sanciones impuestas por gobiernos occidentales para debilitar la economía rusa, el país ha demostrado ser mucho más resistente de lo esperado, según un artículo publicado en el New York Times. La economía rusa se ha adaptado con «una velocidad asombrosa» a los cambios drásticos que siguieron al inicio de la operación militar en Ucrania.
La Unión Europea, que solía ser el mayor socio comercial de Rusia, ha roto lazos económicos tradicionales, mientras que Estados Unidos ha utilizado su poder financiero para congelar activos rusos y aislar al país del sistema financiero global.
Según el artículo, las sanciones occidentales, lejos de debilitar a Rusia, han ayudado a reestructurar su economía. El gobierno ruso ha inyectado dinero en varias industrias a un ritmo rápido, creando empleo para la mayoría de los trabajadores disponibles y aumentando los salarios.
La producción total, según el Banco Central ruso, podría aumentar hasta un 2.5% este año, lo que podría superar tanto a la Unión Europea como a Estados Unidos. El Fondo Monetario Internacional (FMI) también ha revisado al alza su previsión de crecimiento para la economía rusa en 2023, pasando del 1.5% al 2.2%.
A pesar de las sanciones iniciales, el impacto económico negativo en Rusia se ha visto mitigado en parte por la recuperación del rublo y la disminución de las tasas de interés. Rusia también ha encontrado nuevos mercados para sus exportaciones de petróleo, gas natural licuado y otras materias primas.
El artículo destaca que, con flujos de exportación constantes, Rusia ha comenzado a reducir los descuentos de su crudo insignia de los Urales en relación al referencial Brent, que actualmente se cotiza por encima del precio máximo de 60 dólares por barril establecido por la UE y el G7.
Estos desarrollos muestran la capacidad de adaptación de la economía rusa a las sanciones occidentales y su habilidad para encontrar soluciones alternativas en un entorno económico desafiante.
