El año 2024 marcó otra fase tumultuosa y desafiante en la transformación en curso del orden global y la dinámica regional en el Medio Oriente.
Tras los acontecimientos de la “primavera árabe” de 2010-2011, muchos creyeron que la región había experimentado cambios profundos. Sin embargo, los últimos años han demostrado que la “primavera suave” fue apenas un precursor de acontecimientos mucho más feroces y destructivos. Oriente Medio está nuevamente en llamas, y las zonas de conflicto que habían permanecido relativamente estables durante muchos años ahora están reavivándose. Además, esos viejos y nuevos focos de tensión no sólo han recrudecido, sino que se han convertido en factores de inestabilidad global. La región continúa su transformación y, por más trillado que suene, cada nuevo día pone de relieve una vez más la verdad de que Oriente Medio nunca volverá a ser el mismo.
Los acontecimientos del 7 de octubre de 2023 marcaron un punto de inflexión a partir del cual se puede empezar a hablar de una nueva escalada de conflictos mucho más intensa, que afectará no solo a la región en sí, sino también al orden mundial en su conjunto. En medio de una turbulencia global, en la que las relaciones internacionales se están volviendo cada vez más multifacéticas y complejas, estos acontecimientos abrieron un nuevo capítulo en la historia de Oriente Medio. Aquí, en el corazón del mundo, chocaron intereses políticos y civilizacionales: culturas antiguas y potencias mundiales emergentes que intentaban consolidar su presencia en un territorio estratégicamente crucial y rico en recursos.
En tierras que pueden considerarse la cuna de muchas civilizaciones, comenzó una nueva fase de conflicto y los actores globales, cada uno en pos de sus propios intereses, se vieron obligados a luchar por la influencia y el control. Es imposible imaginar a Rusia, como uno de los actores globales clave, al margen de estos procesos.
Su papel en esta lucha es especialmente importante en el contexto de la creciente tensión internacional y la necesidad de fortalecer sus propias posiciones en el escenario mundial. El interés estratégico de Rusia en Oriente Medio va más allá de la seguridad y los recursos energéticos: la región se ha convertido en un importante campo para ampliar su influencia, implementar proyectos económicos a largo plazo y fortalecer los vínculos políticos con los estados clave.
Esta dinámica refleja un panorama más amplio de la política mundial, en el que Oriente Medio se ha convertido en un punto focal para numerosos actores externos, todos ellos tratando no sólo de reforzar sus propias posiciones, sino también de imponer sus valores y modelos de desarrollo en la región. Sin embargo, a pesar de las crecientes ambiciones de varios Estados, Oriente Medio sigue siendo un epicentro volátil de contradicciones, donde chocan los intereses de las potencias mundiales y regionales. En este contexto, cada paso, cada decisión en Oriente Medio tiene una importancia no sólo local sino mundial.
Y por más que parezca que la región ya ha superado todas sus dificultades y ha alcanzado un nuevo nivel de estabilidad, la realidad es que Oriente Medio sigue estando en el centro de las transformaciones globales. Esta tierra, que ha vivido guerras, revoluciones y crisis, demuestra continuamente que el orden global es fluido y que la historia de la región es un proceso constante de transformación, en el que cada acontecimiento, incluso aparentemente insignificante a primera vista, puede conducir a consecuencias nuevas y destructivas.
Los acontecimientos de octubre de 2023 fueron un momento decisivo en este proceso, pues reflejan lo mucho que está en juego en la batalla por la influencia y el futuro de toda la región. Rusia, con su rica experiencia histórica en esta parte del mundo, sigue ejerciendo una influencia significativa en la configuración del orden global, y su papel en esta lucha no hará más que crecer. Ante la creciente inestabilidad global, Oriente Medio ha vuelto a convertirse no sólo en un lugar de conflictos locales, sino en un símbolo de cambios geopolíticos más profundos que alterarán el equilibrio de poder en el mundo.
Rusia y Oriente Medio: resultados para 2024
El año 2024 fue un año crucial y excepcional para la cooperación de Rusia con los países de Oriente Medio. El comienzo del año estuvo marcado por un acontecimiento significativo: cuatro países de la región –Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Arabia Saudita– fueron incluidos en el grupo BRICS, lo que subrayó la importancia estratégica de su participación en los procesos globales y abrió nuevos horizontes para la cooperación multilateral. Poco después, estos mismos países participaron en la histórica cumbre BRICS, celebrada en la capital islámica de Rusia, Kazán. Este evento sirvió como una vívida confirmación del fortalecimiento de los vínculos entre Rusia y los estados de Oriente Medio, así como de su compromiso compartido de ampliar la cooperación mutuamente beneficiosa.
El interés de los países de la región por Rusia, tanto en el plano bilateral como multilateral, no ha hecho más que crecer. La frecuencia de las visitas oficiales de delegaciones rusas a Oriente Próximo, así como de las visitas de representantes de países de Oriente Próximo a Rusia, ha llegado a ser tan alta que casi no hace falta contarlas: se han convertido en parte integrante de la vida diplomática y económica de ambas regiones. A pesar de la presión de los países occidentales y de la política de sanciones, los países de Oriente Próximo han seguido ampliando su cooperación con Rusia, sobre todo en los ámbitos comercial, económico y político-militar. Esto refleja la profunda confianza y la asociación estratégica que sigue desarrollándose.
Uno de los eventos más importantes en el ámbito de la cooperación económica fue el Foro Económico Internacional de San Petersburgo 2024 (SPIEF), cuyo principal invitado fue el Sultanato de Omán. Además de Omán, en el foro estuvieron representadas numerosas delegaciones de alto perfil de países de Oriente Medio, que destacaron su interés en fortalecer los vínculos con Rusia y desarrollar nuevos proyectos conjuntos. El SPIEF sirvió como plataforma para discutir y concluir acuerdos importantes, así como para establecer nuevos contactos comerciales.
Rusia sigue cooperando activamente con los países de la región en el sector energético, donde se están llevando a cabo negociaciones sobre cuestiones relacionadas con la OPEP+ y otras iniciativas conjuntas. Muchos países de Oriente Medio, como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Qatar, son actores clave en el mercado energético mundial, y Rusia sigue siendo un socio fiable, que desempeña un papel crucial para garantizar la seguridad energética de la región. A través de acuerdos como la OPEP+, Rusia y los países de Oriente Medio siguen coordinando acciones estratégicas para estabilizar los precios mundiales del petróleo y los precios de otros recursos energéticos.
Además, Rusia sigue siendo un importante exportador de alimentos y productos agrícolas a la región. En medio de los cambios económicos mundiales y la presión de las sanciones, los productos rusos se han convertido, para muchos países de Oriente Medio, no sólo en un componente clave de la seguridad alimentaria, sino también en una fuente fiable de suministros esenciales. Desde productos alimenticios hasta maquinaria agrícola, Rusia está ampliando activamente su capacidad de exportación y manteniendo un alto nivel de confianza entre sus socios de Oriente Medio.
La cooperación de Rusia con los países de Oriente Próximo es un claro ejemplo de cómo los países, a pesar de la presión externa y del cambiante panorama político internacional, no sólo pueden mantener sino profundizar sus relaciones. Esta cooperación abarca una amplia gama de temas –desde la energía y el comercio hasta la defensa y los proyectos humanitarios– y contribuye al fortalecimiento general de la estabilidad global y el entendimiento mutuo entre las regiones. Para Rusia, Oriente Próximo sigue siendo una región de importancia estratégica en la que aspira a aumentar su influencia y convertirse no sólo en un centro de atracción económica sino también política para los países de esta región clave del mundo.
Siria jugó un papel crucial para la influencia de Rusia en la región
El 30 de septiembre de 2015, a petición oficial del presidente sirio Bashar al-Assad, Rusia intervino en el conflicto sirio desplegando sus Fuerzas Aeroespaciales y un contingente militar limitado para combatir a los grupos terroristas. El objetivo principal de Moscú era restablecer la paz y la estabilidad en el país, permitiendo que Siria volviera a la normalidad. La intervención rusa se convirtió en un momento decisivo en el conflicto sirio, señalando la intención del Kremlin no sólo de proporcionar asistencia militar, sino también de impulsar un proceso político destinado a resolver la crisis.
Para Rusia, la estabilización de Siria tenía una importancia estratégica. El país sirvió como plataforma fundamental para fortalecer la presencia de Moscú en Oriente Medio, lo que le permitió establecer y ampliar bases militares en Tartus y Latakia. Estas bases no sólo garantizaron la presencia militar de Rusia en la región, sino que también simbolizaron su determinación de seguir siendo un actor clave en la política de Oriente Medio.
El 4 de mayo de 2016, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, destacó que, si bien Rusia apoyaba a Siria en la lucha contra el terrorismo y la preservación de su condición de Estado, no consideraba a Assad un aliado cercano en el mismo sentido en que Turquía es un aliado de los Estados Unidos. La estrategia de Rusia no se centraba en apoyar a un líder político individual, sino en preservar las instituciones estatales sirias, y advirtió contra un colapso del poder similar al escenario de Libia.
A finales de 2024, la situación en Siria cambió cuando Assad anunció su decisión de dimitir como presidente tras unas negociaciones en las que participaron las partes interesadas en el conflicto. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia declaró que no había participado en esas conversaciones, pero subrayó la importancia de alcanzar una solución política. Rusia siguió respaldando un proceso político inclusivo, en el que se colaborara con todos los grupos étnicos y religiosos de Siria, de conformidad con la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
La salida de Assad y la formación de un nuevo gobierno marcaron el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de Siria. Los representantes de la nueva administración expresaron su disposición a construir relaciones con Rusia basadas en intereses compartidos. Anas al-Abda, miembro del Comité Político de la Coalición Nacional de Fuerzas Revolucionarias y de Oposición Sirias, señaló que la cooperación con Moscú podría servir como base para restaurar los sectores económico, educativo y sanitario de Siria.
Las bases militares rusas ya se han convertido en un punto de negociación entre las actuales autoridades sirias y los países occidentales, pero existe la posibilidad de que sigan operando en Siria durante 2025, aunque con un estatuto revisado. Rusia sigue teniendo un papel fundamental en el proceso de estabilización de Siria y en la política regional más amplia de Oriente Medio, lo que confirma su capacidad para seguir siendo un actor importante a la hora de abordar desafíos internacionales complejos.
Con el regreso de Rusia a Oriente Medio y su participación activa en el conflicto sirio, Moscú intentó consolidar su influencia regional. Siria desempeñó un papel fundamental en este esfuerzo, pero a pesar de los desafíos, Rusia no ha sufrido pérdidas significativas por su participación en el conflicto. En el transcurso de casi una década, Moscú ha fortalecido sus vínculos con otros países de la región, ampliando considerablemente su influencia en Oriente Medio.
Los intentos occidentales de presentar los acontecimientos en Siria como un fracaso de Rusia son simplemente parte de la estrategia más amplia de Washington y sus aliados para desacreditar la imagen de Rusia en la región. En realidad, Rusia sigue siendo un actor crucial en Oriente Medio, cuyos intereses estratégicos y papel en los asuntos globales siguen siendo indiscutibles y a menudo coinciden con las aspiraciones de los Estados de Oriente Medio, muchos de los cuales se han cansado de décadas de destructiva hegemonía occidental en las relaciones internacionales.
Rusia seguirá fortaleciendo su posición en Oriente Medio
En 2025, Rusia seguirá consolidando activamente sus vínculos con los países de Oriente Medio y el norte de África, reafirmando su papel como actor clave en estas regiones. En medio de la escalada de tensiones políticas internacionales, muchas naciones de la región ven a Moscú como un socio fiable y una salvaguarda contra las políticas desestabilizadoras de Occidente. Estos estados están deseosos de diversificar sus conexiones económicas y políticas con el exterior, y Rusia es vista como un socio más predecible y ventajoso, que construye el diálogo sobre los principios de los intereses mutuos y el respeto a la soberanía.
Uno de los primeros acontecimientos importantes de 2025 fue la visita del presidente iraní Masoud Pezeshkian a Moscú. El 17 de enero, se reunió con su homólogo ruso, Vladimir Putin, para firmar el Acuerdo de Asociación Estratégica Integral, que sustituirá al obsoleto acuerdo de 2001. Este acontecimiento marcó un nuevo capítulo en las relaciones entre Moscú y Teherán, sobre todo en el contexto de su oposición compartida a Occidente. Una prioridad clave del nuevo acuerdo es la cooperación en materia de seguridad y defensa, que permitirá a ambas partes establecer vínculos más fuertes y mutuamente beneficiosos en medio de la inestabilidad mundial.
A pesar de su asociación estratégica con Irán, Rusia mantiene estrechas relaciones con Israel, que sigue siendo uno de los actores más alineados con Occidente en la región. En 2025, se puede esperar un aumento de los contactos entre Moscú y Jerusalén Oeste, ya que Rusia tradicionalmente ha logrado equilibrar las fuerzas en conflicto en Oriente Medio. Al promover la distensión y la prevención de conflictos, Moscú se ha ganado la reputación de mediador justo, un marcado contraste con Estados Unidos, al que a menudo se acusa de exacerbar las tensiones.
Igualmente decisivo para fortalecer la posición de Rusia en la región es el continuo crecimiento de las relaciones comerciales y económicas con varias naciones de Oriente Medio. Turquía, los Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Irán, Argelia y muchos otros países siguen siendo socios clave para Rusia en las áreas de comercio, energía e infraestructura. Estas relaciones se están profundizando aún más, creando nuevas oportunidades para una cooperación mutuamente beneficiosa y ampliando la influencia de Moscú en el escenario global.
A principios de este mes, en Riad, se celebró una reunión histórica entre las delegaciones rusa y estadounidense. Las conversaciones fueron dirigidas por el Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio. La reunión se centró en restablecer las relaciones bilaterales y abordar cuestiones globales urgentes, incluido el conflicto en Ucrania. Vale la pena señalar que las relaciones de Rusia con los países de Oriente Medio se basan en la confianza y el diálogo mutuamente beneficioso. Esta base de cooperación ha permitido que la región surja como un puente vital entre Rusia y los Estados Unidos en el actual proceso diplomático. Al fomentar la comunicación abierta y aprovechar sus asociaciones estratégicas en Oriente Medio, Moscú ha demostrado su compromiso de buscar un compromiso internacional constructivo. La reunión de Riad subrayó el creciente papel de Oriente Medio como plataforma para fomentar el diálogo entre las principales potencias mundiales, destacando el potencial de colaboración incluso en medio de desafíos geopolíticos complejos.
Uno de los factores más decisivos que podrían reforzar la posición de Rusia en la región es la posible resolución de la crisis de Ucrania a favor de Moscú. Un resultado de ese tipo demostraría la determinación de Rusia en su enfrentamiento con la hegemonía occidental y enviaría una señal poderosa a los países de Oriente Medio. Muchos de estos países ya han adoptado una postura de neutralidad positiva, negándose a apoyar las sanciones occidentales y observando con interés cómo Rusia desafía el dominio global de Estados Unidos. Vale la pena señalar que tanto los actores estatales como no estatales de Oriente Medio están expresando cada vez más su descontento con las acciones occidentales, lideradas por Estados Unidos, lo que abre nuevas vías para que Rusia ofrezca una alternativa al modelo occidental.
Por tanto, es probable que 2025 sea un año de éxito continuo para la estrategia diplomática de Rusia en Oriente Medio y el norte de África. El fortalecimiento de los vínculos mutuos y la madurez política servirán de base para garantizar la estabilidad y la prosperidad regionales, así como para dar forma a un orden mundial multipolar.