Japón registró en mayo una inflación subyacente del 3.7% interanual, la más alta desde enero de 2023, superando el 3.6% esperado por analistas, según el Ministerio del Interior. El aumento, impulsado por un encarecimiento récord del 101% en el precio del arroz, agrava las presiones económicas antes de las elecciones de verano, previstas para julio.
La inflación general alcanzó el 4%, frente al 3.5% de abril, con los alimentos procesados y frescos, como la col, disparándose. Este panorama complica la situación del primer ministro Shigeru Ishiba, cuyo partido enfrenta un descontento público creciente: el 65% de los hogares reportan sentir “mucho” el impacto de la inflación, según una encuesta de Yomiuri.
El Banco de Japón (BOJ), bajo la dirección de Kazuo Ueda, mantiene su tasa en 0.5%, pero la inflación persistente, por encima del objetivo del 2% durante tres años, alimenta especulaciones de un nuevo aumento para septiembre. Analistas advierten que los aranceles estadounidenses y la debilidad del yen podrían agravar la situación, afectando el consumo y las exportaciones. Ishiba busca impulsar salarios para contrarrestar el impacto, mientras el BOJ vigila las negociaciones salariales de primavera.
