México se adentra en una campaña electoral histórica que culminará con la elección de la primera presidenta del país el 2 de junio. Claudia Sheinbaum, sucesora del actual presidente y representante del partido Morena, se enfrenta a Xóchitl Gálvez, líder de una alianza conformada por el partido de derecha PAN, el debilitado PRI y el minoritario PRD. Las encuestas favorecen ampliamente a Sheinbaum, quien parte con una ventaja de 30 puntos sobre su oponente, respaldada por la satisfacción ciudadana por las numerosas ayudas sociales y becas implementadas durante su mandato.
La oposición, consciente del desafío, protagonizó un acto simbólico en el inicio de la campaña, donde Gálvez, con sangre en su dedo, selló un compromiso en un pliego, asegurando que no revertirá los apoyos sociales que han contribuido a aliviar la pobreza en el país. Este gesto sugiere la dificultad de la oposición para romper la conexión emocional que los ciudadanos tienen con las políticas implementadas por Morena.
La inercia de la victoria de López Obrador en 2018 y la Cuarta Transformación continúa siendo una fuerza determinante en la política mexicana. A pesar de sus luces y sombras, el legado del presidente actual ha sido marcado por el fracaso en la lucha contra la violencia, con un alarmante promedio de 100 muertos diarios, superando las cifras del sexenio anterior.
Este tema crucial se ha convertido en el centro de la campaña de Gálvez, quien inició su recorrido en Fresnillo, Zacatecas, la ciudad con la percepción más alta de inseguridad en el país, para luego dirigirse a Irapuato, Guanajuato, un municipio con altas tasas de violencia gobernado por el PAN, donde recibió un masivo respaldo en la apertura de su campaña.
La contienda refleja el temor de la oposición a perder la confianza de los mexicanos y a consolidar por otros seis años el liderazgo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), alejándose definitivamente de las riendas del PRI y de la alternancia con gobiernos del PAN que ha caracterizado décadas pasadas.
