Los aranceles estadounidenses sobre la mayoría de los productos chinos se mantienen actualmente en el 145%, pero no se aplicaron a las mercancías transportadas por buques de carga que ya se encontraban en alta mar. Esto significa que muchos de los productos que aún transitan por puertos estadounidenses no requieren que las empresas paguen aranceles adicionales. Sin embargo, esto está a punto de cambiar, ya que los últimos barcos procedentes de China libres de aranceles finalmente están llegando a la Costa Oeste.
Los efectos de los aranceles ya están golpeando a China con fuerza. Numerosas empresas han cancelado pedidos a fabricantes chinos y las empresas están implementando una estrategia de «esperar y ver» (cuando deberían estar buscando proveedores alternativos). Algunas empresas buscan instalaciones de almacenamiento portuario para sus productos con la esperanza de que se eliminen los aranceles. En última instancia, esto significa que muchas fábricas chinas permanecerán cerradas, quizás durante meses.
Los medios de comunicación tradicionales estadounidenses están exagerando el evento como potencialmente «peor que la COVID-19» en términos de escasez inminente, pero ¿es realmente así? ¿Se avecinan estantes vacíos?
La comparación con la pandemia revela irónicamente cierta lógica errónea por parte de periodistas y economistas proglobalización. Incluso en medio de los confinamientos, la cadena de suministro se mantuvo relativamente adaptable. Es difícil creer que los aranceles pudieran ser peores, considerando que no todos los países productores enfrentan los mismos obstáculos.
