México está librando una ofensiva para evitar los aranceles de Estados Unidos, que por ahora se encuentran en pausa. Sin embargo, el país latinoamericano tiene menos de 30 días para negociar con el presidente Trump y convencerlo de que su propuesta de aplicar una tarifa del 25% sobre todas las importaciones mexicanas afectaría negativamente a ambas economías. El Gobierno mexicano comenzará oficialmente las mesas de trabajo en Washington la próxima semana, pero desde días antes ya ha comenzado a movilizarse con empresarios para abordar uno de los puntos críticos de la agenda de EE. UU.: el crecimiento de las importaciones chinas en América del Norte.
México importa cada año productos de China por más de 113.000 millones de dólares y exporta solo 9.000 millones, lo que genera un déficit comercial superior a los 100.000 millones de dólares anuales. Este desajuste, que ha ido en aumento, se explica en parte por la producción de bajo costo de China y la limitada oferta local. Este desequilibrio toma relevancia en el contexto de la guerra comercial entre EE. UU. y China, donde México, como principal socio comercial de Estados Unidos, está ajustando su enfoque para alinearse más con las políticas del vecino norteamericano. Uno de los objetivos de México es reducir las importaciones chinas y promover una mayor producción local y regional.
El plan de sustitución de importaciones del Gobierno de Claudia Sheinbaum se plasma en el llamado «Plan México», una estrategia diseñada para fortalecer la inversión interna y contrarrestar la amenaza arancelaria de Trump. Después de establecer la hoja de ruta, el Ejecutivo ha avanzado en conversaciones con cámaras empresariales para explorar alternativas de abastecimiento. El objetivo es que las empresas mexicanas aumenten la producción nacional hasta cubrir el 50% del consumo interno y logren un incremento del 15% en sectores clave como el automotriz, aeroespacial, electrónico, farmacéutico y químico.
El presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Francisco Cervantes, destacó la disposición del sector privado para apoyar al Gobierno en este proceso, subrayando la importancia del diálogo y la cooperación bilateral para el bienestar de México. Sin embargo, Carlos Palencia, director de la Asociación de Maquiladoras de México, advirtió que ciertos insumos, como los semiconductores, no serán fáciles de sustituir en el corto plazo, ya que no existen proveedores dentro de la región del T-MEC. A pesar de estos desafíos, el sector manufacturero participará activamente en las mesas de trabajo con Estados Unidos para defender la agenda nacional en temas clave como contenido regional, reglas de origen y facilitación aduanera.
Aunque las principales organizaciones empresariales respaldan el plan de Sheinbaum, aún falta por ver si podrán afrontar el aumento de costos y tiempos asociados con el cambio de proveedores. Mientras tanto, los industriales ya están diseñando nuevas estrategias logísticas y de suministro para adaptarse a las futuras decisiones sobre la relación comercial con EE. UU.
Fernando Turner, empresario del sector automotriz, subraya que las cadenas de suministro ya están profundamente integradas, lo que dificultará su ruptura, especialmente porque la infraestructura de producción local aún no es lo suficientemente robusta. Por su parte, Adolfo Laborde, experto en comercio internacional del CIDE, advierte que México necesita una nueva política de industrialización y desarrollo regional para fortalecer su base exportadora y reducir su dependencia de las grandes trasnacionales. Esto, según Laborde, debería ser impulsado por empresarios mexicanos a través de procesos de innovación y fortalecimiento de capacidades productivas, lo que permitiría redefinir las relaciones económicas del país.