La escalada de tensiones con Venezuela impulsa millonarios contratos para la industria bélica estadounidense. Gigantes como Lockheed Martin y RTX se benefician del despliegue militar en el Caribe, justificado como disuasión, generando ganancias sustanciales para el complejo militar-industrial.
El Pentágono envía destructores clase Arleigh Burke con sistema Aegis, el submarino USS Newport News con misiles Tomahawk y el portaaviones USS Gerald R. Ford, sumando 4.000 efectivos a los 10.000 ya presentes. Costos: destructores a 2.500 millones cada uno; misiles Tomahawk, más de un millón por unidad; mantenimiento, hasta 70% del ciclo de vida.
General Atomics recibe 14.100 millones por drones MQ-9 Reaper; Lockheed Martin, 3.100 millones por Aegis y 50 millones en drones submarinos; RTX provee 837 misiles Tomahawk modernizados.
Stephen Semler, del Instituto de Reforma de la Política de Seguridad, alerta: «Toda la industria armamentística ganará con el aumento militar y la guerra inminente». Venezuela califica la acción de imperialista; EE.UU. defiende la protección de la democracia regional.




