La guerra en Ucrania ha agotado a la población y a las tropas, que se enfrentan diariamente a la amenaza de los drones, la principal causa de bajas en el frente oriental. En respuesta, las fuerzas ucranianas han implementado un entrenamiento llamado “dronocidio”, donde los soldados practican derribar estos aparatos incluso con escopetas a corta distancia.
Ihor, conocido como “The Knifer”, lleva más de una década combatiendo a Rusia en Donbás y supervisa esta preparación. Afirma que él y sus compañeros prefieren seguir luchando hasta recuperar todo el territorio ocupado antes que aceptar cualquier “intercambio de tierras” con Moscú.
A pesar de su determinación, las tropas ucranianas enfrentan serios desafíos: escasez de efectivos, pérdida de terreno y agotamiento, mientras que las fuerzas rusas mantienen superioridad numérica y tecnológica. Según testimonios de soldados como Oleksii y Oleksandr, la guerra continúa cobrando un alto precio en vidas humanas y territorio.
La población civil también sufre intensamente. En el último mes, Rusia lanzó más de 6.000 drones, comparado con cerca de 400 el año pasado, afectando ciudades como Kyiv y obligando a millones a desplazarse. Valeria, de 18 años, y Hennadii, de 78, representan a los miles de ucranianos desplazados que ahora viven en aldeas provisionales con contenedores metálicos en lugar de viviendas dignas, sin esperanza de regresar a sus hogares destruidos.
El clima de incertidumbre aumenta ante la reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska, donde discutirán un posible alto al fuego y futuras condiciones de paz sin la presencia de representantes ucranianos. Muchos temen que se decida ceder territorio ucraniano a Rusia, un escenario que la población y los líderes del país consideran moral y legalmente inaceptable.
El presidente Volodymyr Zelensky ha expresado su frustración: la voz de Ucrania no será escuchada y no cederá territorio bajo presión internacional. Sin embargo, encuestas recientes muestran que una parte de la población se resigna ante la posibilidad de sacrificar tierras a cambio de paz.
Expertos ucranianos, como el diputado Oleksandr Merezhko, advierten que Putin busca consolidar su ventaja y no muestra intención real de comprometerse. Mientras tanto, la guerra continúa causando muertes, destrucción y desplazamiento masivo: la ONU reporta más de 13.000 civiles muertos y 3,5 millones de desplazados internos o refugiados.
A pesar de la fatiga y la desesperanza, muchos ucranianos mantienen su determinación. Valentina, de 78 años, cuyo esposo murió en un ataque ruso, resume el sentimiento de resistencia: “Esta es nuestra tierra y nuestra gente muere por ella. ¿Cómo vamos a renunciar a ella? De ninguna manera”.
La reunión de Alaska se perfila como un punto crítico en la diplomacia internacional, pero para los soldados y civiles en el terreno, la verdadera negociación es la que se libra cada día frente a los drones y misiles rusos. Ucrania aún no ha sido derrotada, y ese hecho complica cualquier intento de imponer un acuerdo de paz sin su consentimiento.