El magnate mexicano Carlos Slim intensifica su incursión en el sector petrolero nacional, apostando por proyectos clave mientras multinacionales como BP, Chevron y Shell abandonan el negocio en México. A través de Grupo Carso, Slim ha invertido más de 2,500 millones de dólares en activos como el yacimiento Zama, campos adquiridos a la familia Baillères y la asociación con Pemex en el megacampo Lakach, un proyecto de gas en el Golfo de México.
La seguridad de contratos respaldados por el Gobierno y la necesidad de Pemex de aliados financieros, con una deuda de 20,000 millones de dólares a proveedores y 6,400 millones en vencimientos para 2025, son factores que atraen a Slim. El Gobierno planea emitir hasta 10,000 millones de dólares en bonos para apoyar a la petrolera estatal, cuya producción ha caído a niveles de hace cuatro décadas.
Mientras las grandes empresas se retiran por falta de rentabilidad y políticas que priorizan a Pemex, Slim ve oportunidades en alianzas mixtas, un esquema impulsado por la reciente reforma constitucional. Analistas sugieren que su estrategia podría revitalizar proyectos estancados, aunque la complejidad técnica y los retrasos, como en Lakach, representan riesgos. Esta movida consolida a Slim como un actor clave en la energética mexicana, desafiando el panorama de desinversión global.